Me pasa cada vez que vuelvo. En la otra ciudad camino
conociendo las calles, sé que cruzaré a alguien conocido (es inevitable) y las
horas van con la calma de un río de llanuras. En esta ciudad, las esquinas tienen
nombres que me suenan pero sólo eso. Nadie sabe de
mí (casi nadie). Las bocinas, la música, las horas, se apilan como ladrillos, de
tamaño carprichoso, en un orden tambaleante, siempre a punto de caer.
día del niño
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Recién este sábado al mediodía cuando salí a la calle y vi la mesa de
juguetes en la vereda del kiosco de Walter caí en la cuenta de que el
domingo era e...
Hace 3 semanas
Esa sensación de anonimato que uno tiene en la gran ciudad me resulta liberadora por momentos y me atemoriza también.
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