Un gato negro cruzó la calle desierta. No pareció incómodo al notar mi presencia. Yo estaba sentada en el cordón de la vereda un día de año nuevo, trazando garabatos con una ramita sobre el piso de polvo. Él se alejó apenas y comenzó a restregarse contra el tronco de un árbol y a maullar suavecito reclamando atención. Cada gato tiene su carácter. Algunos miran con recelo y se mantienen lejos de cualquier humano mientras otros se acercan sigilosos. Nunca demasiado. Jamás renuncian a imponer sus reglas de juego, misteriosas para cualquiera que no sean ellos. (Sigue acá)
Adiós Jumbo
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Uno de los mejores monólogos de la disquería Tabú era el de los animales en
las tapas de discos que anunciaban: “¡Garompa!” No recuerdo cuántas veces
pre...
Hace 6 días