jueves, 28 de abril de 2011

Qura

Me puse a hablar sola. Dije cosas frente al espejo (cosas secretas, que no vienen al caso). Canté un poco también, pero quedó claro que el resfrío perdura. Mi voz con ronquera suena extraña, algo rota en los bordes y al mismo tiempo, saluda como si fuera de la familia. Yo creo que la estoy cambiando, como sucedió ya, alguna vez.

sábado, 23 de abril de 2011

Muchos mundos

“Todas las vidas que podríamos vivir, todas las personas a las que jamás conoceremos, que jamás seremos, están en todas partes. En eso consiste el mundo”. Con este epígrafe de Aleksandar Hemon comienza Que el vasto mundo siga girando, de Colum McCann.
En eso, periodistas y escritores nos parecemos. Andamos tras el rastro de mundos que no son los nuestros y creo que, en el fondo, buscamos entender un poco el caos de esos mundos para entender el caos propio. Todas esas vidas ajenas que relatamos --cuando no responden sólo a tener que llenar una página diaria sino a un interés real por ese otro que está allí, con su historia— vistas a trasluz, luego de un tiempo, dicen algo también de nosotros mismos.
Nunca lo sentí tan claramente como cuando me pasé un año siguiendo a una niña travesti, recién salida de la adolescencia, que vivía en José C. Paz. Para ella, yo era una piba que se movía en un mundo que le intrigaba, el del periodismo, el de la universidad (por entonces estaba haciendo una maestría en periodismo). Para mí, ella era una piba que se movía en un mundo que me intrigaba, el del transgénero, donde toda idea binaria y preconcebida sobre lo que era un hombre o una mujer se caía bajo las ruedas del tren que me llevaban hasta la casa de M, en un barrio periférico, donde ella me esperaba con sus tetas hechas de hormonas, a veces enamorada de un chico, a veces enamorada de otra travesti. Con el tiempo, me di cuenta de que yo también me sentía fuera de lugar. Estaba cambiando de geografía, de amigos, de amores y estaba reinventándome en una ciudad desconocida. Sin la brutalidad del estigma con el que cargan muchas travestis, yo también estaba haciendo mi camino hacia lo que deseaba ser. “Ay, vos, con esas eses que aspirás tan santafesina”, se reía M. A veces creo que esa historia debería ser publicada de una vez.
Por estos días, he recuperado ese sentimiento de andar tras otra buena pista. Todo lo que puedo decir hasta que se publique es que estoy tras las huellas de un músico que ya no está pero está. Y quienes me hablan de él, también me hablan de sí mismos. Así es como, por ejemplo, llegué a la casa de un señor que colecciona mecanos y discos de pasta, al de un chica que crió un gato para que le coma los ratones de su casa en La Boca hasta que el gato se le amotinó en un ropero, al de un pibe que hacía revistas under con Pettinatto, a un baterista mítico para la historia del rock, a un chelista que está laburando con Leo García, a una familia macanuda que conoció de cerca a Piazzolla. Sus casas, sus gestos, las cosas que van recordando mientras hablamos quizás no sirvan para la historia central que necesito contar. Pero a veces una se cansa de trabajar por inercia, de resolver las cosas por teléfono, de ir detrás de un dato sin sentarse a hablar cara a cara con el tipo que te puede dar ese dato, u otro, o ninguno. No sé cómo es que una se hace tiempo, pero se lo hace. Y se sienta a tomar café o cerveza o mate con la persona que tenés enfrente. Y esperás. Hasta que ese otro mundo aparece, aunque sea a grandes rasgos. Creo que funciona un poco como la poesía. Es decir, cuando te sentás a escribir, quizás no nombres los detalles. Pero de algún modo, una sabe que eso que se silencia está allí, entre esas líneas, aunque nadie más lo vea. Y ese detalle es una de las cosas que diferencia una nota tipo cable de agencia de una nota que, con más o menos éxito, tiene un murmullo de sangre tibia bajo su carnadura de papel.
Pensaba todo esto mientras andaba por la Feria del Libro. Ahí encontré, de casualidad, en una sección de ofertas otro libro de McCaan, anterior a Que el vasto mundo siga girando, llamado Perros que cantan. Me traje el libro, que ya vale la pena por este párrafo donde el protagonista habla de la infancia de su padre: “Las señoras protestantes lo criaron en una casa de tazas de té de magnífica porcelana, programas de radio, bollitos con crema de leche. Lo sentaban junto a un piano de cola, se chupaban los dedos y le peinaban hacia atrás, aunque tenía un indómito remolino en la frente. Le encargaban las ropas en Dublín, bonitas camisas blancas que él destruía corriendo por el tremedal, pantalones de tweed que desgarraba en las rocas del mar, preciosas corbatas azules que utilizaba como honda para lanzar piedras a los zarapitos. Lo bautizaron en una iglesia protestante con el nombre de Gordon Peters, y años después, tras recibir una paliza en la escuela a causa de ese nombre, tan inglés y tan protestante, él se vengó meándose en sus cepillos de dientes. Sin embargo, él las amaba de una manera extraña, a esas ancianas de centelleantes ojos verde botella”.
Las historias más interesantes en apariencia no esconden nada del otro mundo.Variaciones de la incertidumbre, que es lo más cierto que tenemos como compañía. Puntos ínfimos, exhalaciones breves, hasta que alguien, desde el periodismo o la ficción, se ocupa de ellas. Y las cuenta. Y alguien lee. Y así, aunque nunca se encuentren, quien relata y quien escucha por un instante se sienten menos solos.

domingo, 17 de abril de 2011

El amor es hardcore (entrevista a Gabo Ferro y Carlos Trunsky)

A veces pasa que una se pierde. Es decir, tenés tu archivo de notas previas, tus apuntes, tus preguntas (cada periodista lo hace a su modo) pero en cierto momento de la conversación, sentís que es bueno seguir a la gente que entrevistás hasta donde quieran ir. Así se construyó esta conversación con los creadores de Pavura

. La nota se publica en la edición de hoy de Tiempo Argentino y se puede leer acá.

sábado, 16 de abril de 2011

Intercambio en un foro de cocina para principiantes

Por favor necesito que me orientes en los tiempos de cocción de alimentos en horno eléctrico, como así también que me pases algunas recetas. Gracias. María del Mar

Hola María del Mar: No se pueden generalizar porque cada horno es distinto. Encuentras las respuestas en las instrucciones para el uso. Recetas hay muchas en el recetario de este foro. Saludos, Cristina.

Cristina: No te estarían preguntando tiempos de cocción si figurasen el manual, naba!
Jonks

Hola Jonks: Yo sé leer!!! Si en las instrucciones no ponen nada, hay que probarlo porque cada horno es diferente. Gracias por tu comentario. Cristina

Por qué en vez de pelear y decir ostiadas no dicen algo útil!!! Mariana

Cuánto tarda una papa en cocinarse en un horno eléctrico?
Cuánto tarda una berenjena en cocinarse en un horno eléctrico?
Cuanto tarda 1 colita de cuadril?
Cacho

Me compre un horno eléctrico y no sé los tiempos que lleva lo que quiero cocinar. Karina

Karina: Que quieres cocinar? Si me lo cuentas, pruebo ayudarte. Cheers. Bill

Hola Bill: Yo me canso contestar mil veces la misma pregunta. Tú la has contestado en este mismo foro, pero la gente no se molestan en leer lo que ya está escrito. Tú sabes que me gusta ayudar, pero no tengo tiempo para bromas. Saludos para ti y Pepa. Cristina.

Hola Cristina: Igualmente, espero tú y tu marido estén bien. Es triste pedir y luego ignorar la respuesta. Muy mal educado. Hasta la próxima vez, con verdadero desafío.
Cheers. Bill

jueves, 14 de abril de 2011

Pensamientos sueltos

La casa del árbol de paltas no está más. La tiraron abajo para hacer un edificio. Mi amigo H vendió la suya, contigua a esa. Pasé algunas noches allí mirando el cielo mientras él estaba de viaje. Tampoco estoy segura de que el cielo sea el mismo.

Mi madre llama por teléfono. Me cuenta que el gato sigue sin aparecer. Era un gato viejo, color ámbar, peludo, hermoso, estúpido. Mi madre lo ayudó a nacer a él y a sus hermanos. La gata madre un día, de grande, desapareció. Lo mismo hizo la hermana del gato viejo, a su turno. Mi madre cree que los gatos siguen una ley que ella no comprende, pero acepta. Aunque pegue carteles en la cuadra que dicen "Gatito, volvé".

Hoy subió en el subte una mujer malhumorada con dos hijos, un chiquito con gesto grave y una nenita vestida de rosa que tenía la cara por el piso. Les dí mi asiento y mientras me levantaba, se me cayeron unos libros. A la nena le causó gracia verme renegar con los libros caídos, el bolso abierto, entre mucha gente. Pensé que era una nena odiosa, mirándome sentadita con su pollera a lunares, como una muñeca tras una vidriera llena de polvo. Cuando se bajó, la nena me sonrió. Entonces me olvidé de lo que había sentido un segundo antes y sólo me quedó la tibieza.

En mi próxima vida quiero nacer en Jerez y tener padres gitanos. Quiero tocar la guitarra junto al mar, batirme a duelo en los tablados con mujeres que me miren con fiereza. Quiero bailar y cantar los lamentos ancestrales de los gitanos. Quiero dejar de bañarme, que me crezca el pelo hasta la cintura, que mis ojos sean oscuros,que pueda leer las líneas de las manos y el alma de la gente. Quiero llamarme Ramona y tener el mismo apellido que ahora. Quiero tener muchos maridos y que todos se lleven bien entre ellos y yo, llevarme bien con sus amantes.

jueves, 7 de abril de 2011

Una novela policial escrita a cuatro manos

Entrevista a Mariano Hamilton y Alejandro Marinelli, que escribieron una novela policial muy entretenida. El texto se publicó hoy en Tiempo Argentino y se puede leer acá

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domingo, 3 de abril de 2011

Cuestión de fe

Al momento de ponerme mística, me interesan dos figuras que se van por la tangente de la religión canónica: María Magdalena y un ángel con ojos en las alas que está en la catedral de La Plata, tallado en madera, en un altar lateral, casi escondido.
El ángel tiene rasgos indígenas, una nariz aguileña, pelo de madera oscura. No es un rechonchito con rizos dorados y cara de nene bien sino un muchacho alto y flaco, con gesto reconcentrado, con túnica, morocho, indio. Un cabecita negra, quizás tallado por alguien como él, que encontró en el sincretismo su modo de resistir a la religión impuesta a punta de espada. Y está en la Catedral, colado en el centro del poder, relojeando como viene la cosa con esos ojos que tiene en las alas en señal de alerta, para avisarle a todos el día que el paraíso venga a la tierra.
Le cuento a mi hermana, vía mail, que la Desatanudos no necesariamente es una advocación de María la Virgen. ¿Cuántas advocaciones de la Virgen hay con los hombros desnudos? A las vírgenes en general las cubren con velos hasta las orejas. (¿Cualquier semejanza con el uso de chador será pura coincidencia?). Y lo llevo más lejos. Creo que la Desatanudos es más bien María de Magdala. Ella me escribe: "Conozco , más o menos la historia de María de Magdala. Era un apóstol más, aunque después hicieron como que no existió... o peor, dijeron que era una prostituta. En el cuadro "La Última Cena" probablemente sea la persona que aparece sentada al lado de Jesús. Para ser hombre tiene rasgos demasiado delicados. Ella tiene un vestido rosa con ribetes celestes. Él, túnica celeste con ribetes rosa. Están mirando a lados opuestos, como si fueran uno el reflejo en espejo del otro. Si se pudiera recortar la imagen de ella, y acomodarla al otro lado de Jesús, quedaría con la cabeza recostada sobre su hombro. Como sea, los dos fueron revolucionarios en ese sentido: ella por andar mano a mano con los hombres, y él por permitírselo públicamente, en una época en que las mujeres valían menos que un jarrón”.
Pensaba todo esto en el subte. Frente a mí, una mujer iba rezando el rosario. Tenía unos entre los dedos y otro colgado del cuello y murmuraba cosas. Hace unos días, otra chica con medias de nylon gruesas y sandalias se miraba la punta de los pies cubiertas. En un momento sacó una Biblia y se puso a leer en voz alta, como si tuviera el mp3 demasiado alto y fuese tarareando una melodía que no podía entender nadie más que ella.
El que más me gustó, sin embargo, era un niñito. Anochecía a la salida de la línea D. El pibito apenas sabía caminar. Su madre lo iba guiando por la escalera. Él subía como podía, despreocupado pero poniendo empeño. Levaba unas zapatillitas de esas que tienen luces a los costados de las suelas.
Quizás la fe consista en eso, en saber que las palabras son poderosas, en admitir que nos construimos mundos sutiles que se pueden desplomar en un segundo pero la incertidumbre es todo lo que tenemos, además de la certeza de la muerte. O también, puede ser que la fe tenga que ver con subir y bajar escaleras como uno puede sabiendo que finalmente vas a llegar al mejor lugar para vos aunque no sea el lugar que esperabas; en dejarse acompañar porque no hay acto de amor posible sólo en lo individual. Somos una comunidad de empecinados y empecinadas en la fe. Nos reconocemos por llevar lucecitas en los pies para decir “yo estoy aquí”. Y también “caminemos juntos”.

viernes, 1 de abril de 2011

Gente que gobierna

La Corporación Cultural Nuestra Gente no es una "corporación" en el sentido de una empresa sino en el de una "organización compuesta por personas que, como miembros de ella, la gobiernan" (RAE, dixit). Hace un tiempo estuve en Mar del Plata, en un congreso sobre Cultura y Transformación, donde conocí a Jorge Blandón, uno de los encargados de este laburo en Medellín. Así, en el corazón de un barrio narco, Blandón y otra gente decidieron que para combatir las balas, nada mejor que el emponderamiento popular. Y que eso se logra si la gente es capaz de expresar su propio tiempo a través del arte. Es algo que pensaron hace unos veinte años, y que hoy sigue dando sus frutos.
La nota, áca.