domingo, 24 de octubre de 2010

La niña periodista

Subió en la estación Scalabrini Ortiz una niña de unos diez años junto a su madre.
Llevaba el guardapolvo desprendido, unos lentes gruesos y comía con la boca abierta.
Quizás tuviera un ligerísimo retraso. El subte estaba atestado. Nadie le cedió su asiento a la niña que trituraba galletitas con sus dientes.
Yo estaba colgada de un costado, rodeada de gente que transpiraba, apretada, que escuchaba su mp3, que miraba el vacío, que bostezaba, que nada.
Le dije a la madre que podía ayudarla a conseguir un asiento. La mujer me dijo que no importaba, que se bajaban enseguida.
--¿Donde te bajas vos? --me preguntó la niña.
--En Tribunales --dije.
Ella siguió masticando con la boca abierta. La madre la retó sin énfasis. Ella miró hacia otro lado, como los gatos que han volteado un adorno con la cola mientras se restregan contra la pata de la mesa. Yo reí. La niña rió.
--¿Por que te bajás ahí? --preguntó la niña.
--Porque voy a la obra social --dije. Y luego me di cuenta de que un niño no tiene por qué saber qué es un obra social.
--Voy del dentista --me corregí.
--¿A qué?
--A arreglarme un diente.
--¿Cuál?
--Una muela, de arriba.
--¿Te duele? --quiso saber la niña.
--Un poco.
--¿Un poco? ¿Cuánto? ¿Cómo si te hubieses pegado un codo contra la pared?
Pensé que era una buena comparación. Le respondí que algo así.
--¿Y tu médico es lindo?
Me empecé a reír una vez más. La miré, en una situación que en los libros de malas traducciones españolas de, por ejemplo, Raymond Carver, se lee como “encerrona”. Ella aprovechó el flanco abierto.
--¿Es lindo como él? --y señaló a un hombre cualquiera, a nuestro lado.
Debí reconocer que el médico era más lindo. Y ahí la madre le avisó que se bajaban. Ella me saludó con su manito sucia de galletita hecha puré. Un gesto victorioso.

3 comentarios:

  1. Genial, genial, genial. Hacés de un momento que a todos nos puede pasar desapercibido, una gran pieza de lectura y reflexión. Buena semana!!!

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  2. Es emocionante y admirable como fluye la magia en esta historia, que para muchos sería algo cotidiano. Como fluye todo ese caudal por tus dedos, no podés detenerlo y eso te excede de una forma maravillosa, bellísima, para decirlo con tus palabras.

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