Soy una chica y sos un chico.
Hay entre nosotros un destello, una palabra, dos, tres, muchas palabras, hay nombres, otros nombres que pueblan nuestra vida, hay un perro que vivía en tu terraza, hay un gato que adoptaste hace poco, hay silencios, hay un mensaje de texto y otro de respuesta y otro sin respuesta, hay viajes y huellas, hay fotos en tu billetera, hay tickets de las últimas compras que hice en la mía y preguntás por qué yo no tengo fotos en la billetera pero tampoco en la casa y yo no sé muy bien qué responder a eso, hay sangre de vez en cuando escapando de mis piernas, hay valijas cerradas en la casa de tu madre que vas abriendo despacio, hay un paraguas transparente con el que me pasé la noche mirando las estrellas una vez de chica hacía un tiempo espléndido en Buenos Aires pero yo no sabía lo que era un paraguas porque de donde venía nunca había lluvia. Hay un rastro de cigarrillo en tu piel desparramada en mi almohada, hay una anécdota que contó una amiga sobre un tipo que le dijo que se pasó la noche mirándola dormir desnuda pero no lo dijo de un modo romántico sino más bien como quien se pasó las horas abriendo un boquete en la pared para robar un secreto que de otro modo nunca le hubiese pertenecido. Hay otro amigo que se saca los pantalones cuando toma demasiado whisky y luego manda mails pidiendo disculpas. Hay quien me cuenta que buscaba a su padre entre la gente a comienzos de los ochenta porque alguien le dijo que si había faltado de casa por años es porque unos policías se lo llevaron y lo dejaron perdido en la ciudad, donde él no recuerda el camino de retorno. Hay un novio que me trató mal. Hay una novia cuyo nombre es al mismo tiempo la sal sobre la herida abierta y el talismán contra una próxima desgracia.
Soy un chico y sos una chica.
El diminuto espacio entre una palabra y otra es suficiente para romper el equilibrio del cielo.
(La imagen pertenece a
http://thotigacias.blogspot.com/)
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