Me pasa cada vez que vuelvo. En la otra ciudad camino
conociendo las calles, sé que cruzaré a alguien conocido (es inevitable) y las
horas van con la calma de un río de llanuras. En esta ciudad, las esquinas tienen
nombres que me suenan pero sólo eso. Nadie sabe de
mí (casi nadie). Las bocinas, la música, las horas, se apilan como ladrillos, de
tamaño carprichoso, en un orden tambaleante, siempre a punto de caer.
eichmann (aún) vive en jerusalén
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El siguiente texto es parte del libro *Palestina: Anatomía de un*
genocidio, cuyo prólogo puede consultarse en el sitio de Tinta Limón
ediciones, que lo ...
Hace 3 semanas