viernes, 30 de diciembre de 2011

Fin de año en la peluquería

Sandra tiene ojos azules, pero no son de veras. Son lentes de contacto. También tiene un tatuaje medio tumbero de una luna sobre el hombro izquierdo. La luna parece temblar como un reflejo de agua cuando ella entra en la peluquería y agita una sidra helada en el aire. "¡Ey! ¿Se brinda o no se brinda acá?", pregunta. Clarita levanta sus ojos maquillados de rosa con unas pestañas postizas puestas medio así nomás porque hoy se levantó temprano y no tuvo tiempo de acomodarlas mejor. "Hola nena, dale, ahora brindamos", dice. Y vuelve a su trabajo. Frente a ella hay una señora vestida de verde. Tiene un brushing vaporoso y unos lentes que le cuelgan de una cintita y se apoyan sobre su escote como si estuvieran dormidos. La señora lleva un yeso; de ahí sobresalen sus dedos. Clarita le está pintando las uñas con aplicación: una capa de porcelana, otra de esmalte plateado... ¡de esmalte plateado! ¿Qué hace una señora tan formal con las uñas pintadas como una adolescente fumona?
Yo no pregunto. Sigo leyendo. Llegué hace un rato, antes que Sandra. A mí me atiende Daniela, la hija de Clarita, que te pinta las uñas como los dioses. Pero la chica está haciendo una depilación en un cuartito de atrás así que tengo que esperarla. Entonces, mientras tanto, leo Para Tí. "Dale, leé tu horóscopo chino para el próximo año", alienta Clarita mientras me instala en un sillón, con la Para Tí, Dos Vanidades y una Cosmpolitan que en la tapa propone "hacele todo lo que lo vuelve loco y no le hizo su ex".
No entiendo esas revistas para mujeres que en lo único que piensan es en los hombres y cómo complacerlos. De todos modos, tampoco tengo mucho tiempo para pensar en el asunto. Porque Clarita me pide que lea en voz alta su horóscopo. Ella nació en 1955. Así que es cabra. "Ah, yo nací un año antes, después fijate y leeme a mí", pide la señora del yeso y las uñas plateadas.
Dejo la Cosmopolitan de lado, abro la Para Tí y empiezo por Clarita: "Has recorrido una montaña escarpada, has desafiado tormentas pero ahora llega el momento de pastar con tranquilidad y disfrutar...", empiezo con tono neutral. Es gracioso todo eso de la parábola de la cabra, pienso, pero no quiero decirlo. "Eso es una verdadera mierda", sentencia Sandra sin pelos en la lengua. Y se sienta a mi lado.
Clarita explica que Sandra sabe "de cosas de la magia, del tarot, el horóscopo, los espíritus". "Vos le preguntás y ella te contesta", agrega. La señora del yeso y yo la miramos sin entender. Pero la misma Sandra deja la botella en el piso y explica: "Es un poder que me viene de lejos, de mi bisabuela, en mi familia todos sabemos". Luego se interrumpe. Y pregunta si vamos a brindar o no.
Clarita lo llama a Jonatan, su otro hijo, peluquero, que está durmiendo en la habitación contigua a ésa donde Daniela hace depilación. Es que son las once de la mañana y el chico, que la tiene muy clara con las tijeras, se fue a descansar un rato porque salió de fiesta anoche y no hay clientes para él. "Jonattttan, Jonatttan", insiste Clarita hasta que el otro aparece. "Conseguí unos vasitos, querido, así brindamos. Dale, destapá la sidra, hacé algo por mamita". El pibe desaparece y vuelve con un único vaso de plástico con sidra hasta el borde, que le entrega a Sandra. Ella dice "salud" y toma una buena parte. Luego sigue contando lo de los espíritus, que ella sabe astrología, numerología, abrir registros akáshicos, todo sabe.
"Yo veo al Sagrado Corazón", aporta Clarita. Y dice que cada mañana, cuando abre la peluquería, también prende una vela a una estampita del Sagrado Corazón que tiene arriba de un armario. Después se pone a acomodar. "Y siempre a la hora de limpiar el piso, sobre las baldosas, se me aparece".
La señora del yeso mira sin creer. Entonces Sandra le pregunta la fecha de su nacimiento. La señora responde. Sandra dice: "vos sos una persona con mucha culpa. Preferís matarte a ver sufrir a tus hijos". Y luego explica cosas sobre Saturno y la cuadratura con Júpiter y la señora asiente y pone cara de que ahora sí cree.
"El horóscopo chino es una mentira --continúa Sandra--. Yo siempre se lo digo a Susana Roccasalvo. Susana vive por acá", y hace un gesto difuso, que no indica un lugar en particular. Sigue: "Pero yo le tengo prohibido que comente en sus programas de chimentos quiénes vienen a verme".
Mientras tanto, Clarita me explica que Sandra tiene el local de tarot al lado de la peluquería, ese que tiene en la puerta un poster de San Expedito y una Yemanyá. Sandra sigue hablando de sus clientes famosos (pero sin dar nombres porque ella es discreta, dice, porque su trabajo sin discreción es imposible).
Daniela no se desocupa. Yo me enojo porque hace como dos horas que espero. Sandra me dice que se me nota lo nervioso por el Escorpio que tengo en el ascendente. Clarita le dice a la señora del brushing que no se ande tocando las uñas recién pintadas con los dedos, que se marca todo y queda feo. Y a mí me dice que ahora se fija si Daniela tiene para mucho. Sandra dice que ella puede venir en un rato, y que al fin, se tomó toda la sidra sola, que feliz años nuevo. Y se va.
La señora del yeso me susurra que quedó impactada, porque de veras que ella es como dice Sandra, que cuando se va a tomar un café sola se siente culpable de tener un rato para ella. "A lo mejor voy de Sandra y el año que viene me curo", agrega y se encoge de hombros mientras agita el yeso en el aire, así las uñas se secan más rápido.

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